Las ascuas de un crepúsculo dorado es una novela en clave de vida. Nada es exactamente lo que parece, pero casi. Lo dice ya el autor, José Alcalá-Zamora Queipo de Llano, en su aclaración inicial: «Los hechos que se narran en las siguientes páginas casi sucedieron realmente; por el contrario, los personajes casi no son ficticios». No hace falta señalar el juego de las negaciones, pero sí que de esa aparente antítesis que no lo es se desprende una información muy valiosa para el lector: el humor ingenioso con que el escritor envuelve lo que es pura existencia para él.
José Alcalá-Zamora, historiador, corredor de fondo y poeta, nació en Málaga en septiembre de 1939. Estudioso de la España áurea y del dramaturgo Calderón de la Barca, ha corrido la distancia maratónica o ultramaratónica en 274 ocasiones. Autor, hasta la fecha, de 41 poema- rios, dos de ellos inéditos, y de 5.432 sonetos en diecisiete campos temáticos diferentes, desde el espiritual o el erótico y ultrasádico hasta el satírico o amoroso. Prepara desde hace varios meses la edición de su obra magna, Mis mil mejores sonetos.
Las ascuas de un crepúsculo dorado es la primera novela que publica.
En esta novela, como en el ajedrez, el creador-el jugador que mueve las palabras-domina el tiempo y el lugar precisos de la estrategia. Su objetivo es contar una historia, pero como buen actor en el gran teatro del mundo, sabe que el público es lo más importante; y organiza su narración para que los lectores se diviertan, queden enseguida atrapados en sus páginas. Podría titularse «Continuidad de los personajes» -y no «de los parques» al modo de Julio Cortázar-, porque el espacio narrativo se une al existencial, y al mismo tiempo el narrador es solo parte de la jugada de la partida de ajedrez en la que está implicado el protagonista.
El lector sospecha ya, en este momento, que Las ascuas de un crepúsculo dorado es una novela en clave de vida.
Rosa Navarro Durán
Las ascuas de un crepúsculo dorado, la novela de José Alcalá-Zamora y Queipo del Llano, titulada con resonancias machadianas, viene a ser, en realidad, una etopeya de Miguel de Olivares y Escovedo, un notario del llustrísimo Colegio de Madrid, fallecido un buen día de 1995. Pero la obra no es sólo, propiamente, una novela, sino un espécimen de teatro con aires calderonianos, una singular osamenta para dar a conocer un tesoro poético, una autobiografía, en la que, como en La Divina Comedia, Petrarca o el teatro del Siglo de Oro, sobrenada el amor; en fin, una crónica de personas y ambientes inevitablemente ligados al autor del texto.
Lajis Miguel Enciso Recio
Hace aproximadamente una década, José Alcalá-Zamora nos entregó el manuscrito de una novela inédita, sin título, para que la leyéramos cuando tuviésemos tiempo. Pero, advirtiéndonos de que en modo alguno descuidásemos la edición de Nieve negra, una voluminosa selección de sonetos (de 736 páginas) escritos entre los años 1990 y 2003, realizada con mimo e ilusión por el propio poeta, en cuyo proceso de publicación estuvimos enfrascados varios meses. Después, vinieron otras muchas obras.
Pasado el tiempo, cuando hubo ocasión de leer sin premuras el mencionado texto, tuvimos conciencia clara de encontrarnos ante una obra de referencia, que destilaba el buen hacer de su autor para crear la urdimbre de una trama perfecta y, sobre todo, su pericia para modelar personajes, en los que, a buen seguro, proyectaba su genio creador, haciéndonos sentir y vivir de manera intensa y apasionada.
Tras haber publicado veintidós títulos de José Alcalá-Zamora en las diferentes colecciones del Grupo Editorial Sial Pigmalión, miles de páginas de la mejor poesía, Las ascuas de un crepúsculo dorado deja patente que, nuestro académico, historiador y poeta, debe ser tenido en cuenta también como un narrador exquisito y sublime.
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