Demetrio Fernández-González. Nacido en Villahibiera (León), es hijo de su padre y de su madre —y de su tiempo—, a la vez que codueño de sus obras, «buen chico, buena gente, caminando muy alto en el cielo», como los de la cosecha del 56.
Siete años después de Sinfonía de Praga (www.sinfoniadepraga.es), presenta ahora Los papeles de Walter Benjamin, segunda entrega de la trilogía Constelaciones de Europa y resultado de siete años de trabajo —abducido mañanas, tardes y noches, días festivos y hasta fiestas de guardar—, a hombros de los muchos gigantes que le han precedido.
¿Habrá que esperar otros siete años para que La alegría de vivir, que cierre el ciclo, vea la luz y pueda llegar a los lectores?
«Lo que a ti, aquí y ahora, te corresponde, a la vera de los Pirineos, en este tiempo de muerte y destrucción, en este tiempo de ruinas, es escribir tu legado, narrar la novela que cada uno lleva consigo, contar tu vida entendida como una novela en marcha y dar a conocer al mundo la obra de arte propia, personal y no transferible ni delegable, tus Papeles»
(Walter Benjamin: Lourdes, 15 de julio de 1940)
Es Los papeles de Walter Benjamin una novela ensayística, a la vez que historia fragmentaria, heterogénea y compleja. Y es también escritura desatada e imitación compuesta, mesa de trucos, tapiz de diversos y bien entrelazados hilos —tela de varios y hermosos lazos tejida—, composición coral, al fin, si bien se lee.
Y los Papeles, segunda entrega de la trilogía Constelaciones de Europa, que se abrió con Sinfonía de Praga (2017), es, asimismo, un proyecto literario que ofrece al lector un relato bien estructurado
—où tout se tient—, una peripecia motivadora —hechos sorprendentes que conectan el pasado con el presente—, una voluntad de estilo que cautiva y una anagnórisis final que sorprende y arroba.
Y aunque es justo y necesario que el creador de una obra literaria ofrezca esos cuatro elementos al lector, Los papeles de Walter Benjamin ofrece también una cosmovisión poderosa que crea un nuevo mundo a la vez que propicia un nuevo lector y permite a este ser otro y distinto a aquel que era en el momento en que inició la lectura de la obra.
El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y llevamos la vida sobre el deseo que tenemos de vivir. Mientras tanto, «cuídate y sé feliz, que lo demás no importa», según escribió Walter Benjamin el domingo, 22 de septiembre de 1940, cuando se estaba despidiendo del Vieux-Port marsellés y ya se encaminaba al encuentro con la muerte, que le estaba esperando, cuatro días después, en Portbou.
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