Juan de Piña. Poco se sabe de la vida de Juan Izquierdo de Piña (Buendía, Cuenca, c. 1566 - Madrid, 1643), novelista, poeta, dramaturgo, íntimo de Lope y, por raro que suene, también devoto seguidor de Góngora. Se lo supone sobrino del homónimo jesuita —residente en el Colegio Imperial de la Compañía— que firmó la aprobación de un puñado de libros en los albores del Barroco. Piña ocupó el cargo de escribano de provincia bajo el mando de Juan de Quiñones, alcalde de corte. Sirvió después como familiar del Santo Oficio y gozaría del mecenazgo de los adinerados Héctor y Nuño Méndez de Brito, comerciantes lusitanos a quienes agradeció el patrocinio de tres de sus cinco obras: Novelas ejemplares y prodigiosas historias (Madrid, Juan González, 1624), Varias fortunas (Madrid, Juan González, 1627), Casos prodigiosos y cueva encantada (Madrid, Imprenta del Reino, 1628), Segunda parte de los casos prodigiosos (Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1629) y Epítome de las fábulas de la antigüedad (Madrid, Imprenta del Reino, 1635).
Impresas en 1627, las Varias fortunas de Juan de Piña contienen su segunda colección de relatos a la italiana, después de las Novelas ejemplares y prodigiosas historias (1624). El escribano de Cuenca sacaba a la plaza del mundo cuatro historias dedicadas al hacendado portugués Nuño Díaz Méndez de Brito: Fortunas de don Antonio Hurtado de Mendoza, Fortunas del segundo Orlando, Fortunas de la duquesa de Milán Leonor Esforcia y Próspera y adversa fortuna del tirano Guillermo, rey de la Gran Bretaña. Quizá urgido por la orden de la Junta de Reformación que prohibió durante una década (1625-1634) la estampa de novelas y comedias en los reinos de Castilla, a última hora —pero con distinta foliación— también se decidiría a incluir la pieza de capa y espada que llevó por título Las fortunas del príncipe de Polonia.
Los preliminares de este volumen son de veras significativos: Piña redactó un prólogo à clef, a caballo entre la poética y la sátira, contra un «Mal Intencionado» que Cayuela identificaría con Alonso de Castillo Solórzano. Para defenderse de los ataques del polígrafo de Tordesillas, adopta como arma arrojadiza de carácter interpuesto la figura de un «Bien Intencionado» que no era sino la máscara de Juan Pérez de Montalbán, otro de los hijos literarios de Lope.
Luego de esta batallita paratextual, viene el cuarteto de relatos, definidos por la peregrina mezcla de sujetos reales e imaginarios; pertenecientes incluso a diversos periodos históricos: desde la Antigua Roma al Renacimiento. A la primera fortuna, influida por la vida del caballero Pedro de Molina, le sigue otra que remite al Furioso (1532) de Ariosto, El celoso extremeño (1613) de Cervantes y El celoso desengañado (1624), del propio Piña. La tercera se antoja deudora —o acaso fuente— de una comedia del Fénix: La hermosa fea, cuyo rastro también asoma en la del Príncipe de Polonia. Y la última bebe lo suyo del Bellum Iugurthinum de Salustio: los hechos se desplazan a Inglaterra, desde donde Guillermo —nuevo Yugurta; como Orlando Claudio se asemejaba al Furioso en las Fortunas del segundo Orlando—, será enviado por su tío a combatir contra los romanos. Pero si algo caracteriza a este curioso libro es, sin duda, su apuesta por lo que Piña bautizó como el «estilo de los enigmáticos»: diletante en el más puro sentido de la palabra, según Formichi, este notario del Santo Oficio abrazó muchas de las osadas innovaciones del gongorismo reinante: las elipsis («tropelías escritas sin verbos»), un «lenguaje extraordinario» y una sintaxis alambicadísima, llena de meandros y cresterías, que obliga a leer cada cláusula «tres o cuatro veces»; con vistas a poder preciarnos de Tácito, Persio, Marcial o Lipsio: los antiguos que imitaban los profundos mares y no los claros y vadeables ríos.
La colecciónProsa Barroca, dirigida por el Prof. Rafael Bonilla Cerezo (Universidad de Córdoba), nació como lugar de encuentro y sala de recreación para los investigadores de la narrativa áurea y curiosos en general. Junto con volúmenes de ensayo, da a conocer en rigurosas ediciones críticas novelas cortesanas, pastoriles, caballerescas, picarescas, bizantinas y moriscas, además de las retóricas y sermones de los oradores del Seiscientos español.
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