Despiértame cuando hayas vuelto

Ignoro si los textos contenidos en este libro son el fruto de una historia con nombre y apellidos o la intuición genial de lo que, como decía el bolero, pudo haber sido y no fue, de lo que hubiera ocurrido si hubiera ocurrido o de lo que realmente ocurrió alguna vez y ahí sigue golpeando en las noches de insomnio y hojalata.

En este primer libro de Laia Giol Ambrosi los sentimientos que recoge la autora son una hermosísima y en ocasiones brutal contradicción/confusión donde conviven y se mezclan muchas cosas: los recuerdos en forma de cicatrices de un tiempo que debió ser hermoso, el desafío valiente a una realidad y hasta el desprecio insolente al amante que existió o no existió en un paisaje de sábanas y olores muchas veces desolado donde el sexo trasciende al hecho físico en una extraña sensación de derrota que conmueve y que, de vez en cuando, se desbarata y remonta el vuelo con una descarnada chulería.

No sé mucho de Laia Giol (Ambrosi) salvo que escribir es para ella una necesidad muy superior —o al margen— a la de publicar; intuyo que es insegura y frágil —que es como yo pienso que se debe ser— y que da vueltas y vueltas a todo lo que escribe hasta que, rendida, lo asume, siempre un poco a regañadientes y dudando, como válido. Sé que pisa las calles calzando las clásicas Converse y que se parapeta tras unas no menos clásicas Ray-Ban de esas de piloto. Sé que le gusta la fotografía y la música y que en un blog que tiene o que tenía hacía comulgar estas dos vocaciones con sus textos formando una trilogía armónica y coherente. El resto da lo mismo. Son sus textos lo único que importa y son muy buenos, nuevos, distintos, llenos de gritos y silencios, de heridas y desplantes. Como la vida, claro, como la vida.

Andrés Aberasturi