Sol de Diego Nacida en la ciudad de Salamanca, ha publicado los libros de poesía Abismos del Amor (Huerga y Fierro, 2005), Corazón Viajero (Huerga y Fierro, 2007), ambos con prólogo de Leopoldo de Luis, Premio Nacional de las Letras Españolas, y Pasajeros del Olvido (Sial, 2015), con prólogo de Enrique Gracia Trinidad.
Su obra ha sido incluida en las antologías Erato bajo la Piel del Deseo (Sial, 2010) y Los Mejores Poemas de Amor (Pigmalión, 2013), así como en el libro Decíamos Ayer, antología en homenaje a Fray Luis de León, XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, 2013.
Ha publicado en diversas revistas literarias, como Mirador, de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, a la que pertenece. Actualmente, compagina se labor como escritora con su participación en recitales poéticos.
Ha cursado, además, estudios de arte dramático y de música, así como de doblaje. Ha trabajado como modelo y actriz, destacando sus participaciones en las películas Tango, de Miguel Hermoso y Kika, de Pedro Almodóvar, en las obras de teatro Bodas de Sangre, de Federico García Lorca, Lady Macbeth, de Shakespeare, La Boda y el Aniversario, de Antón Chejov y Anda mi Madre, de Juan José Alonso Millán, en la serie de TV Farmacia de Guardia, de Antonio Mercero y en diversos spots publicitarios.
Trasponer el umbral del Templo de Emociones de Sol de Diego supone adentrarse en un mundo personal en el que se rinde culto al Arte y al Mito con mayúsculas, allí donde el dolor del tiempo no transcurre.
La mitología grecorromana es un bouquet de símbolos eternos que enarbolamos siempre que buscamos marcar nuestros afanes y deseos con el signo de la permanencia, y a ella acude Sol de Diego en busca de metáforas que traduzcan su stendhaliana enfermedad de belleza. Porque la autora busca en esa mitología las referencias que la ayudan a comprender lo que sucede tanto en el exterior —el paisaje— como en el interior —su alma—, fundiéndose ambas explicaciones imaginarias en un mismo crisol de creatividad e ilusión.
En la segunda parte del libro, de Diego rinde culto a sus maestros, entre los que encontramos nombres clásicos, pero también otros más cercanos en el tiempo, desde Vicente Aleixandre hasta Arturo Pérez-Reverte, pasando por Juan Van-Halen, Miguel Ortega Isla, Leopoldo de Luis o Fernando Sánchez Dragó. De ese modo, los nombres mitológicos se mezclan con los de sus escritores preferidos, configurando un Templo (también con mayúsculas) en el que rendir culto a la única diosa en que deben creer los poetas: la diosa del ars longa frente al demonio de la vita brevis.
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