Un día, paseando, Antonio Portillo me describió así el porqué de este título, Luz donde la herrumbre —y, en general, un título es la metáfora clave sobre la que se construye toda la arquitectura que un libro de poemas es—: Paseaba por un pueblo abandonado. De repente me encontré una casa colapsada casi por completo, que me mostraba sus entrañas. (…) Quizá, el momento sublime fue cuando observé los hierros oxidados del balcón y de la barandilla de acceso a la puerta de la vivienda. Me emocionó que la herrumbre que me observaba tenía luz (rojiza, amarilla, ocre, parda, verde amarilla). La luz y la vida me estaban hablando desde la muerte o la decadencia más absoluta.
Este tratado poético acerca de la humanitas se construye sobre tres ejes fundamentales: la naturaleza, lo social y el amor a la humanidad. El propio autor se define como un poeta humanista en la realidad. El mundo de las mujeres, como parte sustancial de la humanidad, ocupa espacio en sus versos. Así, canta a su musa (Pilar, su amada esposa) y se alía en general con y pro las mujeres. Podríamos decir que es un poeta feminista:
Escucha hoy al viento (…)
se alía con las mujeres luchadoras,
único vendaval que, aún, tiene garras.
Si el gran poeta ruso Yevgueni Yevtushenko define la poesía como la educación de la delicadeza en la percepción del mundo, en este sentido me complace escribir que Antonio Portillo está en el buen camino.
María Antonia García de León
ANTONIO PORTILLO: “IMPORTA LA NOCHE CUANDO BRILLA”
PIGMALION EDITA SU POEMARIO “LUZ DONDE LA HERRUMBRE”, MADRID 2019
La luz. Siempre la luz hasta la oscuridad absoluta. Andan los poetas preocupados por la luz que nos libera de la noche, que clarea los campos y aclara las conciencias. Y aquí está el poemario de Antonio Portillo Casado (Jaén 1963, poeta y funcionario, activista literario y colaborador de diversas revistas literarias. Es autor de libros como “Amanece copo a copo” (2015), “Singladuras” (2016-2017) y “Vientos del Verso” (2018) y además regala a sus amigos un blog titulado “Poemas y esas cosas bellas”. Ahora hablamos brevemente, de “Luz donde la herrumbre”, poemario aparecido en Sial Pigmalión (Madrid 2019) con interesante prólogo de la socióloga María Antonia García de León donde escribe: “Antonio Portillo bebe de grandes poetas de nuestra tradición (Quevedo, Lope de Vega, Góngora, Antonio Machado…) y también, incluye algunos nombres actuales (Rafael Soler, Enrique Gracia Trinidad…).Por otro lado, cultiva variadas formas (soneto, décima, haiku, entre otras)”. Con ello nos da pistas del quehacer lírico del poeta.
Así que “Importa la noche/cuando brilla el universo por las calles”, ¿verdad Antonio?. Vaya, vaya, los seres humanos estamos a la espera del futuro y, a veces, el futuro es oscuro. Pero los poetas, hombres, mujeres y políticos torpes en excedencia, hablan de la luz y de su negación, que es la oscuridad, de lo cual saben/sabemos mucho.
Por eso recomendamos este libro, entre grandioso y magnífico. El propio Jorge Luis Borges, porteño y habitante del mundo escribe en una página de “Atlas” (Lumen, 1999), “Tal vez en las tiniebla hubo una espada”. ¿Y qué tiene que ver la espada en este comentario?. Eso sería para comentar el libro-poema “Espadas como labios” de Vicente Aleixandre, libro afortunado del poeta malagueño. Aquí vamos por otros senderos. Los senderos son la poesía de Antonio Portillo, donde la luz cobra un protagonismo especial, con la solvencia moral de ser un poeta todo terreno capaz de habitar los trenes de Alcalá de Henares a Sol todos los días sólo (solamente) para escuchar a los poetas. Pero hoy le escuchamos a él, no a Neruda, ni a José Sacristán que anda deambulando por la calle Alcalá antes de sus representaciones de “Mujer en rojo¨, la exquisita función de Miguel Delibes llena de tristeza.
El primer poema de “Luz donde la herrumbre” dice “Se ondula la pared./Los colores caminan al exilio./Oscilan cuadros, late el aire”. Y ya estamos inmersos en esta (poesía) de Portillo, que termina con el poema titulado “Luz Francisco” que no se refiere al Papa argentino sino, tal vez, al santo de Asís, parte del inmenso bagaje de los tilos y la primavera. Leemos/leamos: “En la orilla del río/hay numerosas retinas/enfermas por las ruinas,/de tanto brillo baldío/producido en el avío/de símbolos de riqueza,/que a la mente dan pobreza/y al amor vuelven oscuro/y enfermo por el conjuro/de egoísmo con vileza” donde la luz es río, clara corriente, aunque también ruina del brillo inútil…El poeta recorre el mundo, las riberas, la existencia. Y, claro, lo versifica, lo materializa en versos rítmicos y musicales como cuando escribe hacia la página 26 de este libro: “Languidece la luz./Brillo furtivo….”. Y es que siempre hay un brillo que se escapa a nuestra vista, a nuestro deseo. Por eso es preciso penetrar más en los versos de Portillo, digamos en el poema titulado directamente “Herrumbre”, dedicado precisamente a Borges: “Hierro, te crees eterno./Ella hace que sudes sangre/y causa tu decadencia/al ser amiga del soplo/y esperanza de la tribu./Ella agota, purifica./Luz bermeja del incendio/que limpia todo tu ser”. Luz que limpia no que quema, que aclara los horizontes sin incendiar los rosales, como está ocurriendo en Barcelona a manos de gentes despiadadas. Y es que hemos de evitar eso, que donde la luz exista la herrumbre, el deterioro, la destrucción, los hierros oxidados como recuerda el propio Portillo y menciona García de León en su prólogo, “metáfora clave sobre la que se construye toda la arquitectura de un libro de poemas”. Y uno de los poemas, delicado y efervescente es aquel de “Luz”, primera parte del poemario, dedicado a Rafael Soler y titulado “Rara avis”: “Se olvidan de la música más bella de la vida,/los agradables sonidos de la naturaleza/al envolver el vuelo/como pluma que interpreta la melodía/del silencio, al ritmo de la ternura/en la cadencia de nuestra alma./Se olvidan de la música más tierna/las palabras del aire cuando fluye/la compasión entre las flores,/mientras aguas inquietas escuchan/el fuego de las nubes que pasean./Pocos sienten la verdadera música,/los sonidos que salen de las manos./Rara avisen esta existencia/donde la noche”. Sí, donde la noche, a veces estrellada, otras endémicamente oscura, falta de luz….
Segunda parte preciosa, pues, además de titularse “Donde” contiene poemas intensos y redondos, por ejemplo “Desconchones”, que habla de la luz, sin nombrarla: “Paseando con unos versos,/en un rincón,/encontré desconchones/en tu bohemia”. Sí, Portillo habla de París, a quien dedica esos versos mínimos. Luego dedica a Antonio Machado versos como los siguientes: “De los dientes se escuchan sobrias palabras/de paz y de lamento que inundan la luz/deseando volver a su tierra ingrata”. Así son las guerras fratricidas, las desconsideradas luchas para lograr ocupar un territorio o hacerse con sus riquezas. Veamos, sin ir más lejos, la enorme riqueza de los hermanos Martínez, nietos de un dictador bajito, que, desde luego, no las han conseguido con su esfuerzo. Es la sombra de la existencia, no la luz de la poesía que diría mi amigo el poeta Santiago Montobbio, desde cuyas ventanas ha estado viendo estas noches el incendio de la Ciudad Condal, otra guerra descataloga de hermanos. En “Diente de león”, con dedicatoria “A mi amada Pilar”, leemos: “Importa tejer mil formas/de amarte y que me amarres a tu bahía”.
Tercera parte: “La herrumbre”, reseñamos unos delicados versos: “Respirarte./Adentrarme en ti./Seguir a la diosa./Y el agua…donde tu casa/es amor”. Pero el poema “Herrumbre” comienza con un verso determinante: “Hierro, te crees eterno” donde Portillo pone de manifiesto la intemporalidad de todo lo terreno, oscurecimiento del material más duro. Otros poemas ponen de manifiesto ese valor de la luz ante el deterioro, ante la eternidad de lo aparentemente duro. Sin embargo es la luz la que pone de manifiesto el valor de lo cercano. Lo vemos en el poema “Todas arderán”: Te descarna y aún vives con ella./Quizá es la luz/que arranca pétalos de sombra/para avivar la lumbre/que en llamas cae sobre rocas./Y todas arderán,/quizá de amor.”.Versos breves, limpios, musicales, conforman ese humanismo de que habla la prologuista que, también, denomina al libro “tratado poético” y en la permanente indagación lírica en que se ve inmerso el autor no permite que existan ausencias: el amor, el mundo femenino, la claridad del mundo en crisis o la naturaleza y sus habitantes forman parte de un entramado entre maravillado y, esforzadamente, bello pese a las incertidumbres que nos rodean: “El aire lanza semillas al jardín del Edén”, recuerda.
Manuel Quiroga Clérigo,
Majadahonda, 23 de Octubre de 2019. Otoño pleno
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